El dañino hábito de “quemar” los alimentos: por qué debemos dejar de decirlo

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La frase “trabajemos…”, ya sea que se refiera a los dulces de Halloween, las comidas navideñas o cualquier otra comida agradable, es mucho más dañina de lo que muchos creen. Aunque a menudo se pretende que sea una broma inofensiva, esta mentalidad refuerza una relación tóxica con el ejercicio y la alimentación, según nutricionistas y expertos en fitness.

El problema de la motivación centrada en las calorías

La idea de que es necesario “ganar” alimentos mediante el ejercicio es fundamentalmente errónea. El ejercicio tiene numerosos beneficios más allá de la quema de calorías, incluida una mejor salud cardiovascular, bienestar mental y longevidad. De hecho, investigaciones recientes sugieren que el ejercicio constante aumenta la esperanza de vida de manera más efectiva que centrarse únicamente en la pérdida de peso. Enmarcar los entrenamientos como un castigo por comer socava estos beneficios vitales y puede desalentar un comportamiento saludable.

Como explica Emmie Keefe, nutricionista de Boston: “Nunca debemos hacer ejercicio para quemar calorías… Hay muchas razones para hacer ejercicio. Quemar calorías no debería ser una de ellas”. El esfuerzo mental necesario para realizar un seguimiento obsesivo de las calorías que entran y salen suele ser poco realista y contraproducente.

Por qué es peligroso moralizar la comida

La noción de que uno debe “merecerse” un premio o “deshacer el daño” de la alimentación fomenta patrones alimentarios perjudiciales. Alyssa Royse, propietaria de Rocket Community Fitness en Seattle, señala que esta mentalidad niega a las personas el simple placer de disfrutar de la comida.

La moralización de los alimentos vincula el comer con el valor, lo que puede desencadenar patrones de pensamiento peligrosos y contribuir a los trastornos alimentarios. Estos trastornos pueden provocar graves complicaciones de salud, desde daño cardíaco hasta deterioro cognitivo. Royse aboga por la neutralidad corporal y alimentaria: “La comida no tiene por qué ser una experiencia emocional o moral. Puedes simplemente comerla”.

Avergonzarse por lo que come también desencadena estrés físico, provocando dolor de estómago, dolores de cabeza e incluso palpitaciones del corazón.

Escuche a su cuerpo, no a la presión externa

En lugar de centrarse en las calorías quemadas, los expertos recomiendan prestar atención a las señales naturales de su cuerpo. Comer conscientemente (prestar atención al sabor y a la saciedad) ayuda a romper el ciclo de culpa y restricción.

Royse sugiere equilibrar el disfrute con el cuidado personal: beber agua junto con cócteles o salir a caminar no como castigo, sino como una forma de contrarrestar el malestar. Keefe enfatiza la bondad hacia el cuerpo y señala que el esfuerzo excesivo antes de disfrutar de las vacaciones puede ser más dañino que la comida misma.

La clave es priorizar el bienestar sobre el control rígido. Disfrute de las comidas navideñas sin vergüenza y mueva su cuerpo porque se siente bien, no porque se sienta obligado.

En última instancia, la frase “trabajemos…” perpetúa un ciclo dañino. Al cambiar nuestro enfoque hacia el disfrute, la salud y la neutralidad corporal, podemos crear una relación más sostenible y positiva con la comida y el ejercicio.